Ceferina Soriano Martínez (Pamplona, 1931) es la primera abogada de Elche. El Consejo General de la Abogacía Española le ha concedido la Medalla al Mérito en el Servicio de la Abogacía “por sus innumerables méritos tanto a nivel profesional como personal” solicitado por el Ilustre Colegio de Abogados de Elche (ICAE). La Cátedra Pedro Ibarra de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche acaba de publicar su biografía.
¿Por qué estudió Derecho?
Estudié en la Universidad de Murcia entre 1950 y 1955. Dudé entre Derecho y Medicina, pero ésta quedaba muy lejos y ya era bastante con que me dejaran estudiar como para irme a vivir fuera sola. Siempre quise cambiar las leyes que oprimían a las mujeres; veía que vivíamos en un mundo dominado por hombres que no nos valoraba. Eso no me gustaba, había que cambiarlo.
Fue de las primeras alumnas de su Facultad…
En mi curso, éramos otra chica y yo. Había una tercera, pero lo dejó enseguida y se casó. En el curso superior, había otra más. En el tiempo que estudie, sólo hubo tres mujeres en la Facultad de Derecho.
¿Cómo fueron aquellos años?
Fueron años muy buenos. Tuve profesores estupendos, como Tierno Galván, de Derecho Político, o Truyol y Serra, de Historia del Derecho. Me gustaba ese ambiente y estuve muy a gusto.
¿Alguna diferencia con la formación de hoy día?
Estudié religión, gimnasia y espíritu nacional durante la carrera. Además, tuve que hacer una canastilla para el servicio social de la Sección Femenina de la Falange para que me dieran el título de Derecho. Toda la vida estudiando para eso… Por supuesto, los hombres no lo hacían.
¿Qué pasó al terminar la carrera?
Tenía cierta actividad en el despacho familiar (que ha compartido con su marido, Basilio Fuentes Alarcón, y ahora con su hija, María del Mar Fuentes Soriano) desde 1962 por no desvincularme del Derecho, pero no ejercía en el Juzgado porque no quería comprometerme al cien por cien con el ejercicio de la profesión hasta tener mayor disponibilidad. Me casé, tuve a mis hijas y cuando fueron al colegio, empecé a ejercer. Antes no había las facilidades de ahora.
Se especializó en Derecho de Familia…
Me especializó la práctica. Empecé con accidentes de tráfico, llevaba muchas compañías de seguros. A partir de la Ley del Divorcio, venían muchas mujeres al despacho para que las representara y me especialicé en Derecho de Familia sin ser mi intención, aunque siempre me he posicionado a favor del divorcio y en contra de cualquier injusticia. Por el hecho de estar casada, la mujer tenía que aguantar al marido hiciera lo que hiciera, tenía a la policía y a la sociedad en contra, su palabra no tenía credibilidad alguna… Cuando veía un contrato con autorización marital, me enfadaba, porque la mujer dependía del hombre para todo.
¿Llevaba casos de violencia de género?
Sí, he llevado muchos casos de mujeres. Además, trabajé para la Asociación de Mujeres Separadas de Elche con Gracia Rilke, que luchó mucho por sus derechos. Las mujeres maltratadas llegaban hechas polvo, llorando. No había armas legales para defenderlas, sólo consejo personal. Me esforzaba en atenderlas al cien por cien, si límites de tiempo. Tenía disponible mi teléfono particular para que me llamaran cuando lo necesitaran.
¿Cómo las trataba el sistema judicial de entonces?
La policía atendía unas veces mejor que otras. Y los jueces…, había de todo. Las sentencias solían ser justas con arreglo a las leyes de la época. Cuando una sociedad es machista no puede haber justicia sino ajustamiento a la ley. Antes, no se denunciaba como ahora… ¿Para qué si tenías que vivir con tu marido porque lo decía la ley? Era como luchar contra un muro.
¿Le gustaba su trabajo?
Mucho. Ha sido mi manera de echar una mano a la sociedad. Como abogada, mi trabajo no se limita a estar en el despacho y ajustarme a lo que dice la ley, también a conocer las historias, hablar con las mujeres que necesitan asesoramiento jurídico y orientación vital, un espacio de comprensión, un trato digno.
¿Continúa en activo?
Ya no voy al juzgado, pero sí al despacho a echar una mano.
¿Cómo eran los juzgados de Elche cuando empezó a ejercer?
Muy diferentes, entrañables, familiares. Había Juzgados Municipales y de Primera Instancia e Instrucción en distintos domicilios. Los juicios de tráfico se solían hacer en los municipales. Algunos sólo tenían una habitación, nada que ver con los de ahora. Había hasta cucarachas. El trato con los compañeros era agradable. Me tomaba a risa el trato paternalista, aunque me arrepiento de hablar cuando el juez se refería a mí como “señor letrado.” No tenía que haber hablado. Con más experiencia, no lo hubiera consentido.
Creo que tiene un récord…
Sí, 14 juicios de faltas en una mañana. Tenía un juez muy rápido (risas).
¿En qué ha cambiado hoy la abogacía?
Antes, el papel del abogado era más generalista y la mayoría de los despachos estaban en domicilios particulares. Ahora, la sociedad es más compleja, se necesita especialización y cada vez hay más grandes bufetes. Los valores se pueden mantener si hay voluntad, por ejemplo el tiempo de dedicación a clientes. Por ética profesional, hay que seguir atendiendo a las personas, aunque el sistema se haya sofisticado. Hay cosas que podemos ir al último modelo, pero lo básico no tendría por qué cambiar.